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La ballesta, la manzana y el tirano

Guillermo Tell

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Friedrich Schiller sabía algo que nosotros hemos olvidado: que la libertad no se pide, se conquista. Y que a veces, todo lo que necesitas es una ballesta, una manzana, y el pulso más firme del mundo.

El momento decisivo

Imagina esto: tu hijo. Una manzana sobre su cabeza. Un tirano observando. Una flecha. Una sola oportunidad.

Guillermo Tell no tembló.

No porque fuera valiente. No porque fuera estúpido. Sino porque en ese momento entendió algo fundamental: hay momentos en la vida donde no tienes más opción que acertar.

La segunda flecha

Pero aquí está la parte que todos olvidan: Tell tenía una segunda flecha escondida. Gessler, el tirano, le pregunta para qué era.

“Para ti”, responde Tell. “Si hubiera matado a mi hijo.”

Esa es la verdadera historia. No es sobre puntería perfecta. Es sobre saber exactamente qué harás si fallas.

Libertad y consecuencias

Schiller escribió esta obra en 1804, cuando Europa se ahogaba bajo tiranos con otros nombres. El mensaje era claro: la libertad tiene un precio. Y a veces ese precio es una flecha que no puedes fallar.

Los suizos construyeron una nación sobre esta historia. Real o no, importa poco. Lo que importa es la verdad que contiene: que hay momentos donde debes elegir entre arrodillarte o apuntar.

El legado

Hoy, Guillermo Tell es una ópera. Una estatua. Un nombre en libros de historia.

Pero en su momento, era simplemente un padre con una ballesta, enfrentando la pregunta más antigua del mundo: ¿hasta dónde llegarías por los tuyos?

Tell respondió con una flecha que partió una manzana y cambió la historia.

La manzana cayó. Tell no falló. Suiza recuerda.